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Mindfulness/Sara López Díaz Psicóloga

Mindfulness

Generalmente, hay muchas personas que en el momento que dices mindfulness se les viene la palabra meditación a la cabeza pero hay que puntualizar que mindfulness no es sinónimo de meditación. Éste es un concepto mucho más amplio que incluye dicha práctica. El mindfulness es un estado de conciencia que se basa en permanecer en el presente de un evento externo o interno, sintiendo y observando todo aquello que está ocurriendo sin juzgarlo, ya sea algo positivo como negativo. La práctica de la meditación nos ayuda a permanecer en el momento presente y nos enseña a no poner el piloto automático que hace que nos desconectemos de la realidad que estamos viviendo.

Actualmente, los dispositivos electrónicos (los cuadraditos los llamo yo: la tele, la tablet, el móvil…) nos mantienen constantemente fuera de la realidad. Cuantas veces hemos hecho cosas o contestado de forma automática porque estábamos viendo algo en ellos. Cuántas veces hemos estado en una mesa con alguien que se pone a hablar por móvil y nos montamos nosotros solos los monólogos. Cuántas veces nos pasa que comemos más de la cuenta cada vez que vemos la tele. Son tantas las situaciones que no me voy poner a describirlas todas porque ya las conocemos.

No entrar en contacto con lo que somos, con lo que estamos haciendo nos genera una desvirtualización de la realidad y ésto a su vez nos genera muchos problemas de ansiedad. Por ello, es necesario realizar mindfulness.

Al principio, hacer meditación no es una tarea fácil, ya que es un entrenamiento mental que sirve para adiestrar a nuestro cerebro a vivir en el presente y como toda educación requiere dedicación. Yo aprendí a hacer meditación cuando tenía 15 años y desde entonces no paro de practicarlo. A lo primero, no era capaz de concentrarme, tenía una mente tan inquieta con tantos pensamientos pasando por mi cabeza, tenía tantas cosas que hacer, tanto que gestionar que me pasaba más de media hora intentando conectar. Evidentemente, por aquel entonces no tenía los conocimientos suficientes para realizar una sesión de meditación de forma efectiva. Me costó encontrar la forma hasta que empecé a leer e interesarme por esta práctica. La respiración era la clave maestra.

Aprender a respirar y a focalizar tu atención en ella, no es fácil pero es una cuestión de repetir y repetir. Yo notaba como los pensamientos entraban uno tras otro en mi cabeza, era abrumador, pero poco a poco iba aprendiendo a disiparlos. Cuando aprendes a prestar atención a la respiración, a simplemente estar y dejarte ser, a vivir el momento que es tuyo sin juicios de valor y lo haces todo a pesar de la tormenta, a pesar de lo que pase fuera, entonces has alcanzado el punto de equilibrio. No se consigue todos los días, no te voy a mentir, probablemente habrá momentos de tanta tensión que te sea difícil realizarlo. No pasa nada, quizás en ese momento requieres canalizar la energía de otra forma para poder después realizar la práctica. Pero cuanto más lo practicas, más fácil te resultará equilibrarte. Descubrirás cómo incluso el mismo cuerpo se va relajando hasta el punto que puedes quedarte dormido. Aunque lo que se busca no es dormirse, es una buena señal de que lo estas haciendo bien.

El mindfulness es muy importante por la cantidad de beneficios que presenta tanto a nivel cognitivo como a nivel anatómico. Ayuda a disminuir los niveles de cortisol (la hormona del estrés) mejorando la capacidad de concentración, de memoria, la creatividad y la relajación muscular. Además, favorece la calidad del sueño disminuyendo la activación cortical y reduce la presión arterial. Y por último pero no menos importante, mejora la gestión emocional.

Si quieres cuidarte, conocerte, sentirte, gestionarte, en definitiva, aumentar tu calidad de vida te animo a que hagas mindfulness. Si te interesa nos vemos en consulta.

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